Depende. ¿De qué depende? Pues de la lesión y el tratamiento en cuestión. Existe una creencia común que la fisioterapia no debería doler nunca, pero lamentablemente, esto no siempre es cierto. Aunque muchos fisioterapeutas pueden decirte que el tratamiento no debería provocar dolor, la realidad es que hay técnicas que, para ser efectivas, pueden generar cierto nivel de incomodidad.
El dolor en fisioterapia es un tema que genera muchas dudas y preocupaciones. Algunos pacientes vienen a la consulta con la idea preconcebida de que “si no duele, no sirve” mientras que otros prefieren evitar cualquier malestar, buscando tratamientos más suaves. Aquí lo importante es entender que no todos los casos son iguales y, por lo tanto, la experiencia del paciente durante el tratamiento también será distinta.
Técnicas musculares: no, no es un masaje relajante
Cuando tratamos una lesión muscular aguda o crónica, las técnicas que empleamos pueden ser dolorosas, pero ese dolor no es necesariamente negativo. En el tratamiento muscular, a menudo recurrimos a maniobras de presión profunda, liberación miofascial o punción seca, todas diseñadas para atacar el foco del problema. Y sí, estas técnicas pueden generar dolor, especialmente si la lesión lleva tiempo sin tratarse. No se trata de un dolor insoportable, sino de esa sensación que indica que estamos “tocando donde hay que tocar”.
Es aquí donde muchas personas suelen confundir la fisioterapia con los masajes relajantes. Los masajes de spa o de relajación pueden ser agradables, generan esa sensación de alivio temporal, pero no resuelven el problema subyacente. En fisioterapia, los masajitos que dan «gustirrinin» no curan. Son un complemento, un paliativo para ciertas molestias leves, pero cuando estamos hablando de una lesión importante, no podemos conformarnos con lo superficial.
Técnicas suaves: no todo tiene que doler
Por otro lado, no todas las patologías requieren técnicas dolorosas. En ciertos tratamientos, como aquellos orientados a ganar movilidad en una articulación que ha sido intervenida quirúrgicamente, solemos utilizar movilizaciones suaves. Estas técnicas están diseñadas para recuperar la funcionalidad sin causar dolor, pues la prioridad en estos casos es promover la movilidad y reducir la rigidez de la articulación, sin someter al paciente a sensaciones innecesarias de incomodidad.
Un ejemplo claro es el tratamiento postquirúrgico de una rodilla o codo. Las movilizaciones pasivas y activas que empleamos apenas generan molestias, y el dolor, si es que lo hay, es mínimo y controlado. El objetivo aquí es reeducar al cuerpo para que recupere su rango de movimiento y funcionalidad natural, sin forzarlo de más.
El umbral del dolor: cada persona es un mundo
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que el umbral de dolor de cada persona es diferente. Lo que para una persona puede ser una simple molestia, para otra puede resultar mucho más doloroso. Es parte de nuestro trabajo como fisioterapeutas ajustar la intensidad del tratamiento para que sea lo más efectivo posible, sin generar un sufrimiento innecesario.
Nosotros, como especialistas, estamos entrenados para identificar el nivel adecuado de intensidad y adaptar las técnicas según el paciente. En cada sesión, observamos de cerca las reacciones de cada individuo, asegurándonos de que el tratamiento no sólo esté funcionando, sino que también sea tolerable. Esto es especialmente importante en personas mayores o pacientes con patologías neurológicas, donde una mala dosificación del tratamiento podría generar más problemas que soluciones.
Escuchar al cuerpo: el balance entre dolor y progreso
Es vital que los pacientes entiendan que el dolor en la fisioterapia no siempre es un indicador negativo. En muchos casos, sentir algo de incomodidad es parte del proceso de recuperación, y en ocasiones, es necesario atravesar ciertas barreras para alcanzar una mejor calidad de vida. Sin embargo, esto no significa que el tratamiento deba ser excesivamente doloroso. Existen líneas claras entre el dolor positivo, que indica progreso, y el dolor que señala que algo no está bien.
En este sentido, es fundamental la comunicación constante entre paciente y fisioterapeuta. Si bien algunas técnicas generan molestias, nunca deben ser intolerables. Los pacientes deben sentirse en confianza para expresar cómo se sienten durante la sesión, y es nuestra responsabilidad ajustar el tratamiento para que sea lo más efectivo y llevadero posible.
Conclusión: el dolor como parte del proceso
¿La fisioterapia duele? La respuesta es: a veces sí, y a veces no. Todo depende de la lesión, la técnica utilizada y el paciente en cuestión. Algunos tratamientos requieren un nivel de incomodidad para ser verdaderamente efectivos, mientras que otros se pueden llevar a cabo de manera mucho más suave y sin dolor.
Lo importante es que el dolor, cuando aparece, esté controlado y justificado dentro del marco de un tratamiento adecuado. Y siempre, en todo momento, es esencial que el fisioterapeuta esté en sintonía con el paciente, ajustando el plan de acción para que el camino hacia la recuperación sea lo más llevadero posible.
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